Migraciones en tiempos de COVID-19: Mirada desde la GRD con enfoque de género interseccional
Actualizado: 12 oct 2020
La migración es un impulsor del riesgo de desastres. En el contexto de COVID-19 ha presentado grandes desafíos y problemáticas con los diversos cierres de fronteras en todo el mundo. A continuación presentamos algunas reflexiones desde el enfoque interseccional para conocer las distintas opresiones que discriminan y violentan a las mujeres y personas no binarias, muchas de las cuales han quedado en evidencia y han aumentado durante la pandemia.
La movilidad humana es definida por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM, 2006) como el movimiento de personas fuera de su lugar de residencia habitual sea cual fuere su tamaño, su composición o sus causas. Esa movilidad humana es parte integral de un mundo globalizado y comprende la migración internacional y la migración interna.
Las causas de la migración son variadas y surgen a raíz de desigualdades económicas, desastres, conflictos bélicos, demandas laborales o situaciones de vulneración masiva de derechos humanos por motivos étnicos, religiosos o políticos, entre otros (Arce, 2017). Dentro de ellas, la migración forzosa refiere a motivos de coacción, incluyendo la amenaza a la vida y su subsistencia, por causas naturales o humanas produciendo desplazamientos para escapar o huir del lugar de origen (OIM, 2006). Pueden ser el resultado de un conflicto armado, situaciones de violencia generalizada, violaciones de los derechos humanos o catástrofes de origen natural o antrópico.
Para profundizar el análisis de las migraciones es fundamental identificar género y clase social como categorías determinantes que crean condiciones diferenciadas de vulnerabilidad. Recordemos que la vulnerabilidad es el conjunto de condiciones determinadas por factores o características físicas, sociales, económicas o ambientales que describen la predisposición de ciertos elementos expuestos a verse afectados por una determinada amenaza. Por tanto, esa vulnerabilidad diferenciada es clave en el análisis de riesgo porque implica que no todas las personas están al mismo nivel de experimentar daños y pérdidas ante diferentes amenazas. Las variaciones de impacto están relacionadas directamente con la clase, etnia, género, diversidad sexual, discapacidad, edad o estatus económico (Blaikie et al, 1996).
En la población migrante las condiciones de vulnerabilidad aumentan debido a barreras lingüísticas y jurídicas, restringido acceso a la información, incremento en las condiciones de pobreza y obtención de medios de vida, explotación laboral, violencia sexual, trata, aislamiento, discriminación, desconocimiento del contexto local, falta de redes de apoyo y de integración, poca participación y desconfianza.
Visibilizar a los grupos de mujeres en los procesos de migración nos orienta al desarrollo de un análisis desde su perspectiva y abre la posibilidad de evidenciar las desigualdades de género que se reproducen en los movimientos migratorios; convirtiéndose en causas y consecuencias de la migración diferenciada entre hombres y mujeres (Monreal Gimeno, Rebolledo Gámez, y Pérez Lira, 2012). Las mujeres conforman casi la mitad de los 272 millones de personas migrantes y el 48% de toda la población refugiada a nivel mundial. Además, las mujeres migrantes de América Latina y el Caribe (ALC) representan al menos un 50.4% del total de personas migrantes en esta región.
En primer lugar, la migración representa condiciones de vulnerabilidad diferenciadas para las mujeres y niñas por las diferentes formas de violencia machista que experimentan. Las mujeres de todas las edades y personas no binarias están expuestas a la trata y tráfico de personas; violencia sexual, física y psicológica; así como a la precariedad laboral y la xenofobia. A su vez, las discriminaciones de género se entrecruzan con las que sufren por encontrarse en situación de pobreza (Felipe, 2019). Estas condiciones revelan causas de fondo que generan la vulneración de derechos, ligadas estrechamente al sistema político y económico que origina estructuras patriarcales y capitalistas a las que las sociedades están sujetas (Blaikie et al, 1996).
Las personas migrantes no binarias también pueden enfrentarse a discriminaciones entrecruzadas: tanto por ser migrantes, como por su identidad de género u orientación sexual. Algunos de los principales desafíos a los que se enfrenta esta población son las dificultades para acceder a los servicios de salud, los discursos de odio contra su corporalidad, las dificultades en el acceso al trabajo y la alta vulnerabilidad frente a la explotación.
En la actualidad, las mujeres se desplazan con mayor independencia de la relación con su posición familiar o bajo la autoridad del hombre (OIM, 2006). El incremento de la participación de las mujeres en los movimientos migratorios y el rol que estas asumen durante la migración, se le denomina feminización de las migraciones (Monreal Gimeno, Rebolledo Gámez, y Pérez Lira, 2012). Estos procesos representan condiciones emancipadoras para las mujeres, pero también pueden perpetuar asimetrías colectivas y estructuras de subordinación, independientes de la percepción exitosa que algunas migrantes puedan tener de su inserción en las sociedades de destino (Martínez, Jorge, 2007).
De manera específica, en cuanto a las violación de los derechos laborales y de conciliación de las cuidadoras migrantes, las vulneraciones están íntimamente ligadas a la precariedad estructural que caracteriza el trabajo de cuidados, similar a las del empleo doméstico, y a la mayor vulnerabilidad de quienes lo brindan, situación que se agudiza en las mujeres migrantes.
De igual forma, la informalidad laboral y la pobreza estructural están estrechamente ligadas a estos problemas. Según lo presentan el Centro de Derechos Sociales del Inmigrante (CENDEROS) y la Colectiva Volcánicas, muchas empleadoras reconocen en sus discursos cómo el estatus migratorio de las cuidadoras migrantes incide negativamente en las posibilidades de las mujeres para acceder al trabajo de cuidado y en sus condiciones de trabajo, lo cual afecta sus derechos laborales.
La pandemia por COVID-19 afectó de manera directa las economías de los países de la región, lo que trajo problemas de oportunidades laborales. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se calcula que hay 164 millones de trabajadores y trabajadoras migrantes en todo el mundo. Casi la mitad son mujeres y representan el 4,7% de la fuerza de trabajo mundial.
Una de las principales preocupaciones de la ONU es la limitada capacidad de los países para reintegrar a un elevado número de personas y la falta de “políticas y sistemas que garanticen una gobernanza eficaz de la migración laboral y planes de reincorporación sin tropiezos, incluso para el perfeccionamiento y el reconocimiento de las competencias laborales”. Esto expone directamente a las personas migrantes a condiciones que vulneran sus derechos laborales.
La Secretaría de la Integración Social Centroamericana (SISCA) destaca la necesidad de definir lineamientos y mecanismos para la reinserción sociolaboral de las personas retornadas y la integración de las personas migrantes, incorporando aspectos como la certificación de competencias, el reconocimiento de títulos académicos, la articulación con la empresa privada e incorporación en los sistemas de protección social, con énfasis en las mujeres jefas de hogar. Al mismo tiempo, en la creación de mecanismos para una migración regular basada en las demandas del mercado de trabajo y una migración segura, con total protección de la salud de las trabajadoras y los trabajadores, reconociendo sus derechos laborales, con especial atención de los sectores en los que predominan las trabajadoras migrantes, como el trabajo doméstico.
En Centroamérica, la migración hacia Estados Unidos ha creado un corredor de paso denominado ‘zona caliente’ por su alta movilidad. En el 2016, según US Border Patrol, se contabilizaron 415.816 llegadas irregulares a los Estados Unidos, principalmente de Honduras, El Salvador y Guatemala, en su mayoría por condiciones de pobreza o porque huyen de las situaciones de violencia y el crimen organizado (Arce, 2017).
En el caso de Costa Rica, en su mayoría es un país receptor de migrantes nicaragüenses (OIM, 2020). Existe un flujo constante de migración laboral para las cosechas agrícolas, como por ejemplo la población indígnena Ngöbe Buglé para la zafra del café en la zona sur del país y actividades relacionadas con la piña y la yuca en la zona norte por migrantes de Nicaragua.
En el contexto de COVID-19, la mayoría de los países de Centroamérica cerraron sus fronteras como una de las medidas para contener los contagios. Esto ocasionó que muchas personas se quedaran atrapadas en distintos lugares que no eran su destino final. La particularidad de esta crisis sanitaria dentro de contextos de desplazamiento forzado y migración ya existentes, elevó los casos de muerte a los que ahora se suman los ocasionados por el contagio. La disminución de solicitudes de asilo dentro y fuera de la región se producen tanto por el miedo al contagio como por el cierre de fronteras.
Si bien la crisis sanitaria y económica ha afectado a nivel global, las desigualdades previas a la pandemia en algunos países aumentaron, lo que en meses posteriores al comienzo de la pandemia, produjo un aumento de los flujos migratorios internacionales en busca de opciones laborales. Esto empeoró las condiciones de acceso a necesidades básicas.
Se prevé que al terminar la pandemia, el flujo de personas desplazadas internamente y externamente se incrementará en la región al igual que la limitación de asilo en los países del norte. Además, se espera un aumento en el número de personas que necesitarán protección internacional dentro de la región de los países miembros del Sistema de Integración Centroamericana (SICA), debido a los impactos socioeconómicos de COVID-19 por la caída de las economías (Giovanni Bassu, 2020).
Las caravanas migrantes son una modalidad de migración que se realiza vía terrestre y en grupos significativos. En el Norte de Centroamérica se han desarrollado a lo largo de los años, sin embargo a partir del 13 de octubre de 2018, con un desplazamiento de alrededor de mil personas desde Honduras, aumentó su relevancia tanto por número de participantes como por su frecuencia.
Este tipo de migración ha surgido por convocatorias en redes sociales, donde se llama a movilizarse en grupo para llegar a Estados Unidos. Las caravanas migrantes del Norte de Centroamérica de este periodo se han caracterizado por estar constituidas mayoritariamente por adultos hombres y en menor medida por mujeres, niños y niñas. Hay un relativo consenso entre las instituciones y organizaciones involucradas de que estas personas desconocen en realidad los riesgos y las características de la ruta, y que por lo general existe una noción idealizada de lo que es la migración.
Tras meses de inactividad por la crisis sanitaria, el fenómeno de las caravanas de migrantes en Centroamérica se reanudó el pasado miércoles 30 de septiembre. Pese a las restricciones de movilidad entre países por el COVID-19, se calcula que más de dos mil personas salieron desde la ciudad de San Pedro Sula, en el norte de Honduras, en dirección a la frontera con Guatemala.
Esta situación mantiene en alerta a los gobiernos de Guatemala, México, Estados Unidos y Honduras, ante el desafío por el incremento de contagios que podría implicar. Durante la pandemia, Estados Unidos cerró sus fronteras e incrementó las deportaciones en días, incluso horas, limitando la posibilidad de pedir asilo.
Este impacto también se observa en el caso de las remesas que se ven afectadas por las disminución del trabajo. Según el Banco Mundial, el 20% de las personas migrantes ya no pueden hacer envíos a sus países de origen a causa del desempleo. Esto también disminuye la capacidad de los hogares para ser más resilientes. Las remesas son una estrategia de sobrevivencia y esta situación incrementa la vulnerabilidad por no poder generar recursos económicos.
A raíz de las consecuencias económicas de la pandemia COVID-19, aumentan las repercusiones de precarización de las personas migrantes internas, al no contar con oportunidades laborales. La pérdida de ingresos afecta la posibilidad de pagar el alquiler y afecta a la vivienda como eje central y como derecho humano. Esto incide directamente en la precarización de los hogares y en las condiciones de sanidad donde la transmisión del virus podría verse intensificada por no contar con condiciones salubres mínimas.
Dadas las condiciones de las migraciones hasta ahora expuestas, retomamos la idea de que este fenómeno se considera como un impulsor del riesgo. Lo cual cobra relevancia para el trabajo en Gestión del Riesgo de Desastres (GRD). (Mansilla, 2020)
Los cambios repentinos o graduales en el medio ambiente incrementarán la migración por motivos climáticos, que se ocasiona cuando las personas se ven obligadas a movilizarse de forma temporal o permanente ante los efectos del cambio climático. El Pacto Mundial sobre Refugiados, adoptado por la Asamblea General de la ONU en diciembre de 2018, reconoce que el clima, la degradación del medio ambiente y los desastres interactúan cada vez más como los impulsores de los movimientos de refugiados.
La afectación por eventos como lluvias, sequías e inundaciones, se traduce en escenarios de emergencias complejas en zonas de alta vulnerabilidad. La afectación a comunidades con mayor exposición, como zonas o infraestructuras como albergues en las que se presente algún tipo de hacinamiento o aglomeración, tal es el caso de zonas de tránsito de migrantes, son de alta vulnerabilidad.
Toda persona migrante está expuesta a sufrir diferentes tipos de abusos y a la explotación, pero las mujeres se encuentran especialmente en riesgo. Mujeres y niñas representan el 71 % de las víctimas de trata de personas, según un informe de 2016 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. También enfrentan condiciones de vulnerabilidad adicionales cuando se desplazan por un conflicto o la ocurrencia de un desastre. Por tanto, a la informalidad, pobreza y dificultades laborales, se suma la posibilidad del abuso y explotación durante la migración.
Como hemos mencionado, el fenómeno de las migraciones es un impulsor de riesgo de desastres y se ha evidenciado un impacto diferenciado para mujeres, niñas y personas no binarias que traspasa múltiples sectores y áreas de trabajo. Si bien es un tema social que revela fuertes problemas estructurales, problematizarla desde la GRD e incluirla dentro de los impulsores del riesgo, toma vital importancia ya que el aumento de los fenómenos agravados por el cambio climático repercuten en las responsabilidades de reducir las condiciones inseguras de las amenazas por parte de los sistemas nacionales. La responsabilidad debe ser compartida entre todos los actores y actoras de la gestión del espacio. Sólo así se podrían alcanzar objetivos de desarrollo.
Con base en las líneas de reflexión expuestas y en el enfoque interseccional de la GRD, desde Colectiva RIGEN compartimos las siguientes recomendaciones:
Reconocer las vulnerabilidades diferenciadas de las mujeres y personas no binarias de todas las edades con el fin de atender necesidades específicas y proteger los derechos humanos de todas las personas.
Potenciar el diálogo entre las instancias de Migración y las de GRD para fortalecer las políticas públicas de ambos enfoques, ya que deben considerarse mutuamente por ser perspectivas que involucran el desarrollo humano.
Actualizar con criterios COVID-19 los protocolos existentes de manejo de albergues y todo espacio que involucre a personas migrantes.
Actualizar planes de emergencia en relación con los flujos migratorios para que sean respetuosos de los derechos humanos.
Crear o actualizar los protocolos de migraciones institucionales y nacionales para que incluyan elementos de los procesos de GRD.
Fortalecer y crear alianzas interinstitucionales para la gestión de procesos de GRD y para la atención a personas migrantes, involucrando la experiencia de las organizaciones de la sociedad civil y la potencialidad del sector privado.
Fuente: Google.
Referencias bibliográficas
Arce, Carlos. (2017). Migraciones, derechos humanos y vulnerabilidad. Revista de Fomento Social 73 (1): 115-140. https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/6221368.pdf
Blaikie, Piers; Cannon, Terry; David, Ian y Wisner, Ben. (1996). Vulnerabilidad: El entorno social, político y económico de los desastres. La Red. https://www.desenredando.org/public/libros/1996/vesped/
Felipe Pérez, Beatriz. (2019). Perspectiva de género en las migraciones climáticas. ECODES https://migracionesclimaticas.org/documento/perspectiva-de-genero-en-las-migraciones-climaticas/
Martinez, Jorge. (2007). Feminización de las migraciones en América Latina: discusiones y significados para políticas. Seminario mujer y migración. Región de la Conferencia regional sobre migración. https://oig.cepal.org/sites/default/files/jm_2007_feminizacionmigracionesal.pdf
Monreal Gimeno, María del Carmen; Rebolledo Gámez, Teresa y Pérez Lira María Dolores. (2012). Feminización de las migraciones en México. IV Congreso Universitario Nacional, Investigación y Género. Sevilla: Edición Digital. https://www.researchgate.net/publication/338084164_Feminizacion_de_las_migraciones_en_Mexico
Setién Santamaría, María Luisa y Acosta González, Elaine. (2011). Cuidados y flujos migratorios feminizados sur-norte y sur‐sur: Negación de derechos y ciudadanía limitada. Revista Latina de Sociología, 1: 182-208. https://ruc.udc.es/dspace/handle/2183/12004
SISCA (Secretaría de Integración Social Centroamericana). (2020). La migración y el empleo en época de la COVID-19. https://www.sisca.int/comunicaciones2/noticias/1208-la-migracion-y-el-empleo-en-epoca-de-la-covid-19
OIM (Organización Internacional para las Migraciones) (2006). Glosario sobre migración. Derecho Internacional sobre Migración. https://publications.iom.int/system/files/pdf/iml_7_sp.pdf
ONU (Organización de las Naciones Unidas) (2020). El retorno de millones de migrantes por el coronavirus puede provocar una nueva crisis en sus propias naciones. https://news.un.org/es/story/2020/06/1476452
UNFPA (Fondo de Población de las Naciones Unidas) (2018). Cinco motivos por los que la migración es una cuestión feminista. https://www.unfpa.org/es/news/migraci%C3%B3n-feminista
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